El sobrecrecimiento bacteriano, más conocido por SIBO, es un problema que afecta de forma frecuente pero no siempre se reconoce tan fácilmente, ya que muchos de sus síntomas pueden confundirse con otras afecciones a nivel digestivo.
En este artículo encontrarás la guía definitiva para comprender el sobrecrecimiento bacteriano y cómo abordarlo.
¿Qué es el SIBO?
Todo nuestro tracto digestivo está habitado por una población microbiana, antes se asociaba solo a nivel intestinal y por eso se denominaba «flora intestinal«.
Sin embargo, hoy en día sabemos que no solo se encuentra en el intestino, sino en prácticamente todo nuestro organismo, incluyendo la piel y boca.Pero además, tampoco se caracteriza por una población determinada de bacterias, sino que abarca un complejo espectro de microorganismos que conviven en simbiosis con nosotros.
Cuando nos centramos a nivel digestivo, en concreto en el colon, es donde encontramos una mayor población microbiana. Contiene 38 billones de bacterias.
SIBO síntomas
El sobrecrecimiento bacteriano (SIBO) se caracteriza por la presencia de una cantidad excesiva, que no corresponde, de bacterias en el intestino delgado.
Con síntomas inespecíficos que incluyen dolor abdominal, diarrea, eructos, gases, hinchazón, pesadez, distensión abdominal, digestión pesada. Y, que además pueden tener lugar de forma simultánea o no (1). Sumado a ello, los pacientes con SIBO puede presentar deficiencias de vitaminas y macronutrientes.
Las poblaciones bacterianas en crecimiento excesivo, consumen vitaminas de forma también excesiva, como las del grupo B (B1 o tiamina, B3 o nicotinamida y B12 o cobalamina ).
Pueden aparecer déficit de grasas, azúcares (lactosa), proteínas, vitaminas liposolubles (A, D y E) y minerales como el hierro, debido a una inadecuada descomposición de los alimentos que imposibilita la correcta absorción.
Curiosamente, algunos nutrientes pueden mostrarse elevados como son el folato (vitamina B9) y la vitamina K. Estas vitaminas las producen las bacterias, por lo que si estas crecen demasiado, también pueden producir más de lo que necesitamos. Suponiendo un grave problema con la vitamina K en personas que se encuentran bajo tratamiento con anticoagulantes.
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SIBO diagnóstico
Como hemos mencionado, diagnosticar SIBO es completamente un desafío. Pues sus síntomas pueden relacionarse con otras muchas alteraciones digestivas o patologías.
En demasiadas ocasiones, lo primero que se suele hacer es comenzar a retirar multitud de alimentos de la dieta habitual, pensando que la causa se encuentra en una intolerancia alimentaria.
El problema de ello, además de que no se está diagnosticando el sobrecrecimiento bacteriano o SIBO, es que la persona llega a tener bastante limitada su alimentación, porque cada vez más son los alimentos de los que prescinde.
El diagnóstico de SIBO requiere de pruebas especializadas como un cultivo microbiano y test de aliento. El cultivo es la prueba más aceptada como método de diagnóstico.
Este se lleva a cabo a nivel del intestino delgado, más frecuentemente en la zona del duodeno. Se considera positivo cuando el aspirado supera el umbral de ≥10 3 ufc/mL, aunque algunos investigadores sugieren ≥10 5 ufc/mL.
Se trata de un procedimiento con técnica aséptica sumamente importante para mantener la esterilidad. Ya que estamos hablando de un recuento de microorganismos para el diagnóstico. Si esto no se respeta, o el procedimiento no es extremamente riguroso, es fácil que tenga lugar una contaminación cruzada y, por tanto, un falso positivo.
Test de sobrecrecimiento bacteriano
Las limitaciones del cultivo incluyen su naturaleza invasiva (es necesaria una endoscopia a nivel intestinal), su elevado coste y la posible contaminación de la muestra. Por lo que la prueba de aliento o test de SIBO, es el método más utilizado debido a su simplicidad y facilidad de uso, además de su bajo costo.
Esos gases se absorben desde el tracto gastrointestinal hacia la sangre y, finalmente, se exhalan a través de los pulmones. El test de aliento mide la concentración de gases tras la ingestión de los carbohidratos para así, según la concentración de los gases, detectar el SIBO.
Cuando tienen lugar una malabsorción de carbohidratos, la microbiota del colon produce gases de hidrógeno y metano a partir de los sustratos ingeridos; en pacientes con SIBO, las bacterias del intestino delgado producen esos mismo gases, que son los absorbidos por los pulmones y luego exhalados.
En relación al tipo de sustrato y gases, se ha demostrado que el test de aliento para SIBO con hidrógeno y glucosa es más específico pero menos sensible, por lo que tiene lugar una alta tasa de falsos negativos y una tasa baja de falsos positivos. Por el contrario, la prueba de lactulosa es más sensible pero menos específica.
Recientemente, un consenso norteamericano ha establecido que un aumento en el hidrógeno de ≥ 20 ppm (partes por millón) después de 90 minutos durante el test de aliento con glucosa o lactulosa debe considerarse como un resultado positivo. Y también debe considerarse como positivo, un aumento en los niveles de metano de ≥ 10 ppm.
El mismo consenso ha recomendado las dosis de consenso para las pruebas de aliento de glucosa, lactulosa, lactosa y fructosa como 75, 10, 25 y 25 g, respectivamente (2).
Preparación test de SIBO
Cabe destacar que para la realización de esta prueba, es necesario llevar a cabo una preparación previa, puesto que también puede dar falsos positivos:
- 2-4 semanas previas: no se puede hacer uso de ningún antibiótico ni probiótico.
- 48 horas previas: no se puede consumir ningún medicamento o suplemento para favorecer la motilidad intestinal (ningún laxante ni antidiarreicos).
- 24 horas previas: no se puede consumir alcohol ni tampoco alimentos ricos en fibra.
- 12 horas previas: solo puede ingerirse agua.
- En la mañana del test: no se puede fumar.
Dieta para sobrecrecimiento bacteriano
Debido a que el SIBO es un problema en donde las bacterias crecen demasiado, es necesario reducir dichos microorganismos con medicamentos antimicrobianos para eliminar ese exceso de población y controlar sus síntomas.
Sin embargo, no siempre las terapias logran controlar los síntomas. De hecho, en algunas ocasiones hasta pueden empeorar.
Para ello, existe una dieta de eliminación, denominada baja en FODMAP, que incluye Oligo-, Di-, Mono-sacáridos y polioles fermentables. Se trata de una gran clase de carbohidratos no digeribles que contienen de 1 a 10 azúcares y que se no se absorben completamente en el intestino delgado.
Los FODMAP se pueden encontrar en una variedad de alimentos muy comunes y diferentes, como frutas, verduras, legumbres y cereales, miel, leche y derivados, y edulcorantes.
Ante un diagnóstico de SIBO, limitar estos carbohidratos, va a privar a las bacterias del sustrato necesario para seguir creciendo y proliferando.
Este tipo de dieta, debe estar específicamente supervisada por un dietista-nutricionista especializado en ello. El protocolo dietético se caracterizada por una serie de fases en donde ciertos alimentos deben irse incorporando poco a poco. Tiene un periodo de duración de entre cuatro a ocho semanas, seguida de una reintroducición gradual según la tolerancia individual.
Hay que tener en cuenta que muchos alimentos, que son especialmente necesarios, como las frutas y verduras, son limitados significativamente, aumentando el riesgo de desarrollar déficits nutricionales, sobretodo si no está controlada por un nutricionista.
Ahora, ¿es la panacea esta dieta? Pues no todos los pacientes afectados por SIBO mejoran con ella. La literatura muestra que una dieta rica en carbohidratos complejos, presente en granos enteros como las legumbres, los copos de avena, las castañas, el plátano poco maduro (por su almidón resistente) o los cereales integrales, favorece la proliferación y diversidad de bacterias beneficiosas para nuestra salud.
Incluso las dietas veganas y vegetarianas, que son especialmente ricas en fibra, han demostrado mejorar síntomas de SIBO al aumentar la producción de ácidos grasos de cadena corta al mismo tiempo que inhiben bacterias patógenas como Escherichia coli (2,3)
Por ello, resulta fundamental individualizar y estudiar cada caso. Pretender poner solución o modificar la ingesta dietética sin ningún acompañamiento profesional, puede agravar aún más la sintomatología y provocar déficits nutricionales.
Conclusión sobre el sobrecimiento bacteriano
Ante un diagnóstico de SIBO, como en cualquier otra patología, debemos pensar en la causa raíz y abordarla.
Los factores que contribuyen al desarrollo de SIBO son 3:
- Reducción del tiempo de tránsito: en donde el complejo motor migratorio es de vital importancia. Pues permite los movimientos peristálticos del intestino y las contracciones del músculo liso para así impulsar el contenido y evitar que se produzca un estancamiento en dentro de la luz del intestino delgado. La interrupción del complejo migratorio fomenta el crecimiento excesivo de bacterias. Esto puede favorecerse dejando al menos 4-5 horas entre cada ingesta.
- Mayor tiempo de tránsito. Los alimentos que pasan por el intestino de forma rápida, como en el síndrome de intestino corto, también pueden ocasionar problemas al no dar el tiempo suficiente a una correcta digestión y absorción de los nutrientes.
- Secreciones digestivas alteradas. Donde probablemente se encuentre la causa de gran parte de la población. El ácido del estómago, la bilis y las enzimas digestivas contribuyen a controlar el número de bacterias del intestino delgado. Si estas secreciones se ven comprometidas, es fácil que las bacterias proliferen de forma descontrolada. Por lo que el consumo de antiácidos, mal denominados «protectores de estómago«, inhiben la secreción gástrica provocando que bacterias del estómago, pasen al intestino delgado, aumentando el riesgo de SIBO.
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Referencias bibliográficas
- Rao, S., & Bhagatwala, J. (2019). Small Intestinal Bacterial Overgrowth: Clinical Features and Therapeutic Management. Clinical and translational gastroenterology, 10(10), e00078.
- Achufusi, T., Sharma, A., Zamora, E. A., & Manocha, D. (2020). Small Intestinal Bacterial Overgrowth: Comprehensive Review of Diagnosis, Prevention, and Treatment Methods. Cureus, 12(6), e8860.
- Bellini, M., Tonarelli, S., Nagy, A. G., Pancetti, A., Costa, F., Ricchiuti, A., de Bortoli, N., Mosca, M., Marchi, S., & Rossi, A. (2020). Low FODMAP Diet: Evidence, Doubts, and Hopes. Nutrients, 12(1), 148.